El sol alumbraba la tierra como si estuviese abocado a cada uno de sus rincones, las nubes se habían retirado ya hace algún tiempo y en el aire se respiraba cierto encanto, era dulce y amistoso, se notaba la magia, estaba suspendida por toda la finca. Desde lejos podía observar al viñedo completo, como si observara una pintura, con tanta emoción, cada una de sus hojas de parra danzaba al compás del viento, formando una armoniosa partitura musical, que casi podía escuchar. Estaban ahí, al lado mio, todos los instrumentos sonando para completar esta fotografía. Comencé a corre, por todo el lugar, pero mi cuerpo no se movía, era yo que me fundía con la tierra, con cada una de sus uvas, de sus ramas, de su tierra y aguas. me había fusionado con el viento, yo era parte de la música de la vida.
El lago era parte de todo, sus aguas cristalinas que deshacían cualquier desesperanza, tristesa o pecado, eran tan tranquilas como el pensamiento, como mi atención escuchando la música que nunca estuvo pero que aun así logre escuchar. Estar ahí le daba valor a estar vivo solo por estar ahí y ser parte de lo mas simple, y glorioso. el olor a tierra mojada, a leña quemada, el olor a campo, el olor a naturaleza, el olor que te grita: ESTOY VIVO.
El sol viajo por el firmamento con su sonriente luz, brillando de alegría, para traerme el atardecer, que ilumino con un fuerte rojo anaranjado, y cada rayito de luz atravesó cada uva del lugar, iluminándola, convirtiendo el viñedo en un campo de luciérnagas, tiñendo el suelo de su luz.
Caída la noche la luna me observo desde lejos, me decía que ella venia, fue entonces que mi corazón comenzó a latir como un loco, sus golpes iban al ritmo de las velas mientras sentía la brisa en la cara, era una brisa cálida, le seguían las sombras nocturnas, sensuales en su lujurioso andar. el lugar era intoxicante, embriagador, era un perfume que me enredaba en su dulce aroma, era degustar un buen Chaurce, acompañado de una copa de Côte de Nuits, estaba atrapado, cautivado, sentí que la luna me miraba, sabia que estaba fundido en el ambiente, tan enredado como las curvas de esa mujer en ese vestido de terciopelo, me sentía tan atrapado como se veía ella en mis ropas de cama.
A lo lejos la reconocí, seduciendo a la vida con sus formas, coqueteando con las sombras que le envidiaban, querían su gracia y hermosura. La luna le buscaba para alumbrale en su caminar, y se sonrojaba al ver algo tan hermoso, digno de Dioses, porque no hay palabras para interpretar su caminar, ese caminar que invitaba a soñar despierto, y hacia florecer los deseos mas intimos de la naturaleza espectante. Se acerco de a poco a la mesa, adornada de dos velas y dos platos, dos copas y una botella de vino. dos asientos y un solo hombre, enamorado de su andar. Ella se me acerco al oído y me susurro con su delicado aliento: Bonjour, mon amour........
Luego cenamos en silencio, espectantes al sonido de la apasionada noche, los grillos y aves nocturnas cantaban a coro, eran sonidos aterciopelados, melosos y que invitaban al acto, era un musica que incitaba la carne, quierendo convertirse en el ambiente de nuestras ganas. luego de haber terminada la comida, comenzamos a conversar, una conversacion que jamas olvidare, al igual que su voz, porque escuchar su voz era como escuchar ángeles, las velas se apagaron al tiempo que la luna se puso el pijama anunciando la venida de la mañana, fue entonces que el roció comenzó a mojar nuestros cuerpo, así que nuestra conversión termino por completarse en un gran beso, beso que nos condujo al camino de la lujuria y la pasión, ese camino que sube las escaleras y termina en esa puerta, la puerta de mi habitación. Luego de que el amor nos consumió tanto en cariños como en sensuales toqueteos que terminaron en un nirvana en el que ambos nos llevamos, nos afiatamos a la cama, a las sabanas, al aire, la tierra el viñedo, a todo, ya que a esas alturas nos transformamos en una sola cosa, en una sustancia, en un solo cuerpo, fue una fusión que nunca había vivido, veía la música y sentía la tierra, la sed del viñedo y la alegría de las uvas, el cariño del aire, el amor de la luna, la luz del sol.
Fue cuando abrí mis ojos, y me encontré de bruces con mi realidad, tan oscura como el lugar donde me encontraba en ese momento, era mi habitación con su acostumbrado desorden, que era el único que me había acompañado en mi delirio.
domingo, 14 de septiembre de 2008
martes, 2 de septiembre de 2008
El PaSaJeRo SiN vIdA
Todo sucedió en la estación Hospital Sotero del Río. Fue un hecho increíble, uno en un millón. Porque en esta sociedad individualista, una pequeña niña fue la única capaz de notar la presencia del pasajero sin vida, que viajaba inmóvil en su soledad.
Mientras observaba a este inerte personaje, el pitido del cierre de puertas comenzó a sonar, fue entonces cuando ella exclamo con fuerza y alegría: ¡MAMA!, un oso de peluche abandonado. ¿Me lo puedo quedar?
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